Hernán Carbonel - Para LA GACETA - Salto (Provincia de Buenos Aires)
Linda, la protagonista de Adulterio -novela de Paulo Coelho recientemente editada por Grijalbo- es una mujer de 31 años, 1.75 de altura y 68 kilos.
Tiene un “marido maravilloso”, dueño de una gran fortuna; dos hijos, que son su “razón de vivir”; una niñera filipina, y trabaja como periodista en un reconocido diario de Ginebra. Una vez por año sale de vacaciones en familia a destinos paradisíacos; lugares, en general, habitados por una “población pobre” que hace que ellos se consideren “más ricos todavía”, pues viven, está claro, en uno de los países más seguros del mundo.
Sin embargo, una mañana, al levantarse, Linda se pregunta: “¿esto es todo?”. Es que cada día le resulta igual al anterior y al que seguirá. Incluso cree haber caído en un estado de depresión y visita a tres psiquiatras. Se siente un animal enjaulado, carente de pasión y de aventura, presa de una vida agotada que necesita de incursiones novedosas.
Hasta que, por su trabajo, va a entrevistar a Jacob, reconocido político, ex novio suyo de la escuela secundaria. Y entonces todo cambiará (al menos temporalmente) para esta pequeña heroína.
Una vez frente a él, Linda actúa por impulso, su deseo la desborda y estalla. Algo que antes le hubiese resultado imposible e irrealizable (practicar sexo oral a alguien que no fuera su esposo), la devuelve renovada: manifiesta en ella la necesidad de un cuerpo masculino.
A partir de ese momento, Jacob (rehén de su carrera política por estar tan expuesto públicamente) se convierte en su obsesión. Ningún acto de la vida de Linda estará justificado hasta que entable con ese señor una relación apasionada, a escondidas. Y aquellos sentimientos de “fragilidad, fracaso e inseguridad” se transformarán: será una mujer liberada que se atreva a cosas antes inimaginadas.
Deseo cumplido
Pero: ¿qué es, para Linda, el adulterio? ¿Un remedio frente al abismo de la depresión, una terapia alternativa, o puro deseo sexual contenido durante años?
No vale enredarse en adelantos que quiten la tensión de la lectura, pero es necesario citar que el vínculo entre los personajes roza el masoquismo. En este caso: ¿un ejemplo más de una práctica antigua de la humanidad, parte de una moda literaria (la novela erótica), o un espejo empañado que deja entrever un sometimiento de la hembra (véase la escena de página 176) a manos del macho que aún no ha sido superado por ciertos sectores culturales?
Continúa en la página 2...
... Viene de la página I.
Si bien las pasiones no se expresan en la vida real de la misma manera que en la literatura (ya que esta es un desvelo continuo por representar a aquella), y que si hay aceptación el sometimiento no es tal, sino un modo de representación de la subjetividad, en el libro de Coelho la repetición de lugares comunes acaba por quitarle credibilidad al personaje.
Cuesta estar de acuerdo con el autor cuando afirma que uno no elige su vida, sino que es ella la que nos elige a nosotros. ¿Y la voluntad? ¿Y el valor para torcer un destino?
Reflexiones como “yo estaba detrás de un romance perdido; él estaba movido por el instinto de cazador” o “los hombres traicionan porque está en su sistema genético. La mujer lo hace porque no tiene dignidad suficiente” pueden traslucir a priori cierta visión conservadora (en el peor de los casos, retrógrada).
De todos modos, estas ideas resultan excitantes en la psique de la protagonista y, más aún, en su deseo cumplido: ir “a la cama con un hombre porque estaba loca por hacerlo. Nada más”. Cosa nada despreciable, si se piensa bien, en un mundo donde la imagen del Otro suele opacar nuestras propias pretensiones.
© LA GACETA
Hernán Carbonel - Escritor y periodista.